jueves, mayo 11, 2006

De Vuelta a Casa (micro cuento)

El siguiente es un microcuento que tuve que escribir en tercero medio. Lo encontré un día mientras hacia el aseo de mi pieza. Se supone que lo que está en otro color es parte original de un nanocuento de otro autor, y nosotros teníamos que inventar un cuento mas largo en base a ese pedacito... ojalá les guste...

De Vuelta a Casa

-¿Por qué esto no avanza?- pregunta típica a las 18:00 hrs en la capital. El automóvil permanecía detenido en la avenida, esperando avanzar a través de la calzada. Tenía aún que pasar a buscar a mis hijos del colegio, y a mi mujer a la casa de mi Suegra. Iba atrasado. Para variar mi secretaria me había dejado el escritorio lleno de formularios, cartas y papeles que firmar antes de irme. - ¡¡Hasta cuando que esto no avanza!!, aceleré el motor y con furia hice sonar la bocina del vehículo, los que iban tras de mi me imitaron: así comenzó el concierto público de las 18:10 en Av. Irarrázabal. Luego de un momento de sonajera, por fin avanza el pelotón. Trato de entrar en medio de los otros autos, e ir cortando camino a lo largo de los pasajes intermedios. Después de un par de maniobras, por fin logro llegar a Vicuña Mackenna; veo que la luz del semáforo va a pasar a amarillo y acelero lo que mas puedo para pasar de una buena vez: Craso Error, al pasar en rojo siento un golpe tremendo, un gran estruendo y una bolsa blanca que se abría en frente de mi cara.

Luego, no recuerdo mucho salvo cosas muy vagas: sombras y figuras, palabras y frases que no comprendía: "Hay que sacarlo", "miren bajo el auto", "¡¡¡esta muerta!!!". Con una sensación de presión, noto que me toman y me sacan de donde estoy; me suben a una ambulancia y escucho que la próxima viene en camino. Me dormí sin saber a que o quién había impactado.

Desperté luego de cuatro días, según me dijo el médico. "Traumatismo grave, con fractura expuesta de codo... fijo una lenta recuperación". Escuché su diagnostico con atención y mientras atendía me di cuenta que mi brazo estaba rígido y mi mano derecha se encontraba ligada a la cama.- ¿Por qué estoy esposado? ¡¿Acaso estoy detenido?!- fueron mis primeras palabras de consulta. El médico hizo pasar al Cabo que hacía guardia en la puerta de mi habitación.- Buenas tardes- me dijo con tono serio y marcial. - Tengo que notificarlo de un grave asunto- Ya podía imaginar de qué se trataba.- Está usted por atropello con resultado de muerte a un peatón...- No podía creer lo que escuchaba, en mis 10 años de conductor clase B jamás me habían ni pasado un parte, y ahora estaba detenido por un accidente gravísimo. Acepté la mala noticia, pero insistía en mi inocencia ya que aún estaba en tiempo de pasar por el cruce, pensaba yo. El Cabo me miró incrédulo y me dejo citado a Tribunales, para el inicio del juicio. Salí del hospital luego de dos angustiosas semanas.

Ya en mi casa, había otro infierno. Mi mujer me reprochaba el accidente, y con ello los gastos y la vergüenza incluidos. Mis hijos me decían "¿Por qué la mataste?". Nadie creía en mi.
Increíblemente el juicio se llevo a cabo con rapidez, todas las pruebas estaban contra mi, y el abogado de la familia de la familia de la mujer que atropellé consiguió una pena histórico para este tipo de casos. "Propongo ejemplificar a la población, pidiendo la Pena de Muerte para el acusado". No lo podía creer, era impensable, pero el Juez aprobó la petición... me llevaron preso, a esperar la muerte, mi muerte.

Pasaron un par de días, y me llevaron a una sala. Taparon mi vista y me dijeron "Reza". Pensé para mis adentros: -No tengo miedo, no. Sólo la rabia me embarga. ¡Qué humillante es estar amarrado a una silla y con la vista vendada!. Solo me espera el gatillazo mortal. ¡Qué paradoja! Todos me dicen que soy asesino y yo soy el único que sabe que soy inocente. ¡De qué me sirve! Nadie me creyó en el juicio y moriré de esta manera para vergüenza de mis hijos, pero de verdad no tengo miedo... Solo Dios me creerá.- Mientras pensaba dijeron: -"A la una, a las dos y a las tres".

Sonó el balazo, y con eso comenzé a escuchar un montón de bocinas y gritos. Una mano golpeó mi vidrio y me dijo: -¿Podría avanzar en vez de dormir?- sin comprender, estacioné mi auto a un lado. -Aún el día no termina y debo pasar a buscar a mis hijos y a mi esposa.- Me dije. Continué mi camino por Av. Irarrázabal...